¿Qué es la
felicidad? Para muchos es un estado de ánimo que uno siente en algunos momentos
de su vida. Los que defienden esta postura la definen como algo que surge de
manera momentánea como consecuencia de una acción que les ha resultado
placentera. Sin embargo, otros piensan que la felicidad se resume como la
satisfacción de todos los deseos que uno tiene, y que muchas veces se consigue
al entregarse a los demás.
En mi opinión, la
felicidad es algo que crece con la persona y que por tanto, se va adquiriendo a
la largo de la vida. Las experiencias personales son las que nos permiten
adquirir la capacidad de ser felices, cuanto más nos conocemos y cuantas más
cosas vivimos, más fácil resulta
entregarse a los demás y alcanzar con ello la esperada felicidad.
Aludiendo a este
tema, percibo cómo un momento gratificante el día en el que, terminadas mis
primeras prácticas en la Clínica Universitaria, sentí la recompensa de mi
esfuerzo en las palabras de felicitación que me trasmitieron los pacientes con
los que había estado durante esas semanas.
Esa experiencia,
me supuso un impulso en mi trayectoria personal y profesional, pues me aportó
la energía y felicidad necesaria para seguir luchando por lo que realmente
quiero ser. En este caso, veo reflejado mi ejemplo personal en una frase del escritor Paulo Coelho que dice: " La felicidad es a veces una
bendición, pero por lo general es una conquista".
Frente a estas
dos posturas y de manera opuesta, surgen
las personas egoístas. Estas solo piensan en sí mismas y eso les hace
ser infelices y por tanto, desconocen lo que es la felicidad. La felicidad
tiene que ser un deber, y todos debemos llevar a cabo acciones que nos permitan
experimentarla.
Es un error creer
que el ser humano puede alcanzar la felicidad con los bienes materiales o, como
se cita en el libro, cambiando cada tantos años de marido o mujer para intentar
alcanzar así esa sensación de bienestar. Pensar de esta forma es un error
antropológico. Ya lo dijo Fernando Savater; "La ambición por tener poder y
dinero muchas veces sirve de tapadera de carencias que no pueden adquirirse
como los bienes materiales".
En el libro se
habla también de las diferencias entre las familias con hijos únicos y las
familias numerosas. Las primeras por el hecho de tener un único hijo, este suele tener todo lo
que quiere, y que por tanto no conoce de la misma manera que los están
acostumbrados a repartir, los conceptos de la generosidad, el saber aprender de
los demás, el compartir de lo que escasea. Los hijos únicos no están habituados
a tener que compartir los bienes comunes con los demás por el hecho de que
ellos tienen bienes que le son propios y por tanto no tiene que compartir con
nadie más.
En muchas
familias en las que hay un hijo único, se da que el hijo anteponga su bienestar
al de los demás. Este hecho es en parte cierto, porque si que hay familias con
hijos únicos que sufren este problema. Pero también es verdad que existen
casos, entre los cuales me incluyo, en los que la familia educa a su único hijo
en valores que le enseñan a compartir y a pensar en los demás.
Jaime Nubiola, escritor del
libro "Invitación a pensar", afirma en el
mismo que los hijos de familias numerosas, por el hecho de estar habituados a
compartir y a saber no ser el único centro de atención de los padres, son
capaces de anteponer el cuidado de los demás al propio. Con esta idea,
entendemos que el egoísmo no se da, por lo general, de la misma manera en las
familias numerosas como en las de hijos únicos.
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